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La economía circular (EC) reemplaza el concepto de “caducidad” por el de “restauración”, buscando que productos, componentes y materiales conserven su valor y su utilidad de modo permanente a lo largo de todo el ciclo de producción y uso.
Las ventajas en términos ambientales y sociales son indiscutibles. Las organizaciones pueden garantizar la sostenibilidad de los recursos y la diversidad ecológica en un contexto planetario globalizado, complejo y, a menudo, imprevisible.
Pero ¿en qué consiste exactamente la EC? Este concepto plantea la necesidad de dejar atrás la lógica lineal de extracción – consumo – desecho para avanzar hacia un modelo en el que los residuos y la contaminación se eliminan desde la etapa de diseño. Gracias a ello, los productos y materiales que entran en el ciclo económico se aprovechan durante el mayor tiempo posible o, incluso, de forma indefinida, y los procesos económicos regeneran los sistemas naturales.
La EC aporta respuestas a desafíos ambientales que contemplan la evolución económica y los aspectos sociales y, por lo tanto, contribuye a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Es importante tener en cuenta que la transición hacia la circularidad en una organización está influenciada por parámetros contextuales y condiciones marco. En este camino, evaluar el contexto es clave para identificar áreas de oportunidad y riesgo asociadas con las acciones que se llevarán a cabo.